Poética matérica

Exposición

El aliento de mi padre
El aliento de mi padre

Claudia Luna Fuentes y
Agripina María Fuentes Montemayor

Técnica: Aliento encapsulado en resina, rodeado de plástico.
Monclova, Coahuila. México.
2020

Museo Coahuila y Texas.
Centro panorama plástico de la región.
Sala V.
Monclova, Coah.
7 de abril 2022


El aliento de mi padre, proceso:

Guillermo Francisco Luna Luna fue una influencia poderosa en mi proceso creativo.  Cantaba el ave María, era explosivo y alegre; anduvo por el desierto trabajando a pleno sol.

En mi adolescencia, durante un año, vi una tapa blanca de un excusado que él clavó en la puerta de la entrada, a la que luego pintó el número: 404.  Lo hizo porque sí, porque hacía mesas más altas de lo normal o sartenes que rescataba del desecho al colocarles fragmentos metálicos de una de sus sillas de ruedas, los que cortaba manualmente para suplir asideros faltantes.

Él, mi padre, convaleció con dolor durante muchos años, antes de fallecer.  Un mediodía, mi madre me informó por teléfono de su ingreso al hospital público, viajé ese mismo día de Saltillo a Monclova para encontrarlo en el área de urgencias.

Más tarde, mi madre puso en mi mano dos globos mientras me pidió llevarlos y pedirle a mi padre que los llenara con su aliento. Así lo hice, regresé al hospital y le solicité que inflara los globos, como un ejercicio para sus pulmones. Y no sé por qué luego, al regresar a casa para tomar un poco de descanso, tomé un globo más, en ese momento fue un impulso de acumulación.  Su aliento en los globos permaneció resguardado en un ropero. Durante su agonía, esas esferas iban decreciendo en tamaño; pensé que su aliento se perdería. 

El día posterior a su muerte, abrí el ropero, el tamaño de los globos era mucho menor. Fui al centro de Monclova a comprar resina y comencé el encapsulado, rodeando suavemente esos cuerpos con una mezcla viscosa, despacio, hasta que quedaron sólidos. Fue un proceso lento.

En mi viaje de retorno, los trasladé en el asiento del copiloto, donde mi padre llegó a sentarse, iba su aliento en una caja circular que me entregó mi madre. Así, llegué a Saltillo, donde vivo, para continuar con el encapsulado. Solo hasta ese momento caí en cuenta de sus colores y tamaños: el globo más grande era rojo, por lo que pensé que ese aliento era la parte correspondiente a mi madre. Con asombro vi que los otros dos globos eran azules, y que uno era más pequeño que otro, por lo que uno correspondería a mi hermana y otro a mí, tal cual nos abrimos paso en el mundo un mismo día.

El aliento de mi padre ha estado conmigo desde entonces hasta hoy que está con ustedes.  Me ha acompañado mientras medito, mientras le pregunto cosas; me he encomendado a él y me he confesado con él.

El arte y la vida son uno para mí.  Así ha sido y así será.

Ante sus ojos está el aliento del hombre a quien amo y bendigo, en tiempo presente, en todas sus complejidades.

Mi jilguero quebrado, raíz de mí.

Claudia Luna Fuentes

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