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Poética escritural

PRIMEROS DIOSES

en un tiempo las montañas sacudirán todas las banderas y cruces que les ha colocado el hombre

mientras tanto permanecen minerales
boquean    silban
nos soportan    nos cargan
nos dejan aprender sobre la idea del triunfo o el fracaso
se dejan pintar    sobre ellas hacer tajos

torsos dispuestos al sol    muestran sus costillas de piedra
sus picudas nalgas
renacen ante la luz    nuevas formas se iluminan con el paso de las horas y sus sombras

montañas:
capullos de sí mismas
latentes convulsiones
germinales dioses    casas verdaderas
muestran sus entrañas de cobre      de almendrilla


en ellas nace el agua silente que cava y hiere
montañas quebradores de huesos
lenguaje de la tierra
guardadores del tiempo

Extraído de Ruido de hormigas. Gatsby Ediciones. México, 2005. 

PLANETA


Así han de ser los planetas cuando dejan de crecer y sólo meditan, con este cielo de carbón.

Contemplo su horizonte y en él se abre una luz difusa.

Es una tierra parecida a la piel en su maleabilidad al tacto, lo perciben mis pies. Es suave, tibia, salpicada por yerbas inertes. Alguien respira y ese respirar es como un viento que llega a todos los relieves posibles.

De momento mi pisada hace una marca cóncava y un charco de mercurio cercano resbala con esa unidad fría y brillante hacia mis dedos.

Cerca hay ríos de mercurio y brazos húmedos. Lo sé.


Extraído de Ruido de hormigas. Gatsby Ediciones. México, 2005. 

EL MAR DE TETIS

Cruzo el desierto y camino bajo el mar que se fue. En la carretera el automóvil es mi submarino.
        Si cierro los ojos, peces milenarios se acercan a ondulantes plantas, hay un cielo de agua que murmura con diferentes voces. Piso calles; las cabelleras de los paseantes son medusas. El Cerro de la Gloria –isla persistente- y los granos de sal blanqueando el suelo, huelen a caballos de mar.
       Si limpio mi sudor y el calor cincela cada músculo, recuerdo: la humedad fue generosa, sobreviven peces del desierto en el agua que murmura bajo el suelo. Si parto una piedra, su brillo sugiere estrellas inmóviles.
       Por eso cuando sopla el viento en el desierto yo no extraño el mar.

Extraído de Carne para las flores. Antología personal. Aullido Libros, España, 2010. 

ANTIGUA

          Un mundo de inviernos me separa de su infancia, pero con su imagen he recorrido la distancia de la luz.
          Hoy he vuelto a inflamarle el vientre, a salir para traerle el abrazo que mi hija me enseñó. Los ojos de Andrea me recuerdan a los suyos, a las noches que regó en la aridez de mi territorio con su cuerpo.

Fragmento de Antigua. Extraído de Carne para las flores. Antología personal. Aullido Libros, España, 2010. 

Claudia Luna Fuentes

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